2022 fue sin duda uno de los años más difíciles, y más satisfactorios, de mi vida.
Aunque parezca contradictoria la dicotomía, así fue.
Salir de una pandemia no habrá sido fácil para nadie. Yo empezaba el año con cierta esperanza de poder sortear ese regreso a la 'nueva normalidad'. Contaba con amigos, y amigas, con los y las que podía platicar y desahogar esas tensiones y estreses que la vida iba poniendo en mi camino.
Sin pasar mucho tiempo, sufrí una de las pérdidas más graves, no porque fuera una perdida de esas irrecuperables por lo irreversible de la muerte, sino por la falta de sentido que me dejó.
Con las pérdidas por muerte, queda una desolación y un duelo que uno al final puede y debe manejar. Pero cuando te hacen ghosting, y pierdes el sentido del por qué pasan las cosas, lo que el duelo ocupa en otras circunstancias, aquí solo queda en sinsentido, un vacío más hondo, que en mi caso se llena de ansiedad, y el horror de afrontar la soledad.
¿Dónde estás mi amiga? ¿Por qué me dejaste solo? ¿Hice algo para que todo tuviera que terminar así? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que lo sepa? Hoy ya no me queda esperar a volver a retomar nuestra amistad, supongo que no se podrá. ¿Pero entender tampoco?
Te confieso, amiga, el temor más grande que me ocasiona esto: que nos tengamos que ver, quien sabe si hablar, ante una situación de dolor, de tu familia o la mía. ¿Que la vida no es demasiado corta como para desperdiciarla en no querernos y disfrutar y sonreír y apoyarnos? ¿Y si ese momento irreversible fuera mi muerte o, Dios no lo quiera, la tuya? ¿Qué tan profundas serán nuestras lágrimas y nuestro dolor si eso llegara a pasar?
El dolor más grande de mi vida, es tener el corazón roto. Y confieso que perder tu amistad me rompió el corazón y me sigue doliendo.
No olvido otros dolores, otras pérdidas. Menores o más pequeñas pero perdidas. De nuevo un distanciamiento, de mi mejor amiga en el trabajo. Pero al menos aquí podemos seguir escribiendonos y seguir platicandonos y seguir construyendo.
O la ansiedad que me da el trabajo y sus cambios. O la tristeza por el movimiento perdido, por la Casa.
¿Qué hay de las satisfacciones? Mi familia crece en amor, y los proyectos de años, una casa propia, se van concretando. El trabajo se ha vuelto más retador, simplemente porque la empresa ha entrado en una etapa acelerada para convertirse en un jugador clave del mercado, y aquí la tecnología, dónde está mi cancha, juega un papel crucial. Me he dado tiempo al crecimiento personal-profesional, aprendiendo nuevas tecnologías, y creciendo como líder de un equipo que poco a poco va necesitando un crecimiento técnico propio para poder entregar valor a la empresa. Retos nada fáciles, pero extremadamente satisfactorios.
Pero llega un nuevo año, un nuevo capítulo, una nueva oportunidad. La casa, con minúsculas, el proyecto que tenemos en la familia, se está concretando y el sueño de hacerse realidad en la familia.
Y nuevos retos, nuevas oportunidades de crecer y asumir nuevas formas de crecer.
Y quién sabe, la oportunidad de forjar nuevas amistades, esta vez más definitivas y profundas.
Y sólo si Dios quiere, quizá la oportunidad de reconciliar las pérdidas. Si ya no es posible volver a ser amigos, al menos hacer la paz.
Que tengas feliz año 2023.