Al acercarse al sistema, el capitán ordenó frenar la nave: luego de seis años de viaje ahora podrían alimentarse de la energía proporcionada por la cercana y ahora decadente estrella roja a la que se aproximaban. Con la tecnología que llevaba la nave, sería cuestión de semanas el que pudieran acercarse a los distintos planetas que rodeaban al sistema para analizarlos y tratar de descubrir el misterio que había llevado a todos los pobladores de su planeta natal a lanzar tan larga y peligrosa misión hacia este sistema en particular…
Hacía siglos que, durante los albores de la era tecnológica en su mundo, los astrónomos observaron el tan recordado evento del inusitado aumento de brillo de la estrella, antes amarilla y ahora roja, que formaba parte de la constelación del Cargador de agua, elemento primordial para la vida del planeta. Y tanto por haber ocurrido en tiempos ‘modernos’, como por lo que aconteció después, ese evento quedó grabado en la memoria de todos como una profecía que anunciaba desastres: durante los años siguientes, y casi hasta dos siglos después, la vida en el planeta estuvo en riesgo de morir:calentamientos globales, terremotos, huecos en la capa del preciado gas que permitía que la luz solar se filtrara para dar la energía necesaria para vivir precisa (y no más para no matar a tan efímera vida), entre otros sucesos, fueron el origen de las preocupaciones ambientales de la raza inteligente del planeta. Afortunadamente, el desarrollo tecnológico nunca estuvo por encima de la preocupación por la vida de los habitantes de este mundo (al que llamaremos, por ahora, Demún).
Sin embargo, a pesar de haber sucedido aquello casi 500 siglos atrás, en la memoria de los habitantes de Demún siempre quedó grabada la imagen de lo que pareció profético para ellos: la posterior desaparición (sólo visualmente, debida a pérdida de brillo) de la estrella principal de su constelación del agua les hablaba no solo del elemento principal para sostener la vida, sino también de querer saber qué pasó en tan lejano mundo. Y con los años las observaciones astronómicas mejoraron, los telescopios espaciales se refinaron y se descubrió que se trataba de un sistema solar compuesto por una estrella ahora en proceso de muerte, gigante roja, y que el sistema conteníaplanetas… y a tan sólo seis años luz, tan cerca y a la vez tan lejos… Planetas que podrían haber albergado vida, ¿inteligente tal vez?
Así nació el sueño de querer visitar tan cercano sistema, y sólo hasta que los ingenios inventados por los Demunianos visitaron otros sistemas un poco más cercanos (y con nadie a bordo, claro), y hasta que la tecnología lo permitió, se lanzó la primera misión con tripulantes inteligentes hacia el sistema que durante milenios había inquietado la imaginación de todo el planeta.
Luego de recorrer los planetas más externos del sistema, los tripulantes de la nave mostraban desilusión al no haber podido encontrar rastros de vida. Lo más cercano que encontraron fueron restos de agua en la luna de uno de los planetas más grandes, pero ningún rastro de vida siquiera. Según los reportes, sólo quedaban dos planetas por investigar, los más cercanos a la estrella. Para tomar precauciones, el capitán ordenó a toda su tripulación vestir los trajes protectores durante el resto de la misión.
La visita al planeta más cercano no tuvo mucho éxito tampoco, sin embargo sirvió de base para analizar lo que podría encontrarse en el último. Ya para entonces se había concluido que sería imposible encontrar vida ‘viva’ en el último planeta, la cercanía con la estrella roja seguramente no lo permitiría. Pero dos detalles motivaron al capitán a ordenar que se visitara al planeta, al que bautizaron con el nombre de Numed: primero que nada la curiosidad histórica por la remota posibilidad de que, algún día, cuando la estrella eraamarilla, Numed hubiera albergado vida también. Y esto último motivado por el segundo detalle: los reportes indicaban la presencia de grandes cantidades dedióxido de azufre en la atmósfera, lo que provocaría lluvias ácidas de ácido sulfúrico en el planeta. Evidentemente estas no eran condiciones para la vida, pero cabía la posibilidad de que, puesto que el ácido sulfúrico se puede formar a partir del agua, anteriormente este hubiera sido un elemento predominante en Numed, y nuestro capitán no quería desperdiciar tan largo viaje sin investigar primero. Por otro lado, la nave estaba hecha de titanio y platino, resistentes a la corrosión, y si el viaje no duraba demasiado no sufriría daños significativos que les permitieran por lo menos regresar a la base que establecieron en el segundo planeta para disponerse a regresar.
El primer reto vino al acercarse al planeta: la atracción gravitatoria no era la misma que en Demún, y los tripulantes no estaban acostumbrados a sufrir esta magnitud de la fuerza al adentrarse en el planeta. El siguiente reto vino al atravesar la densa atmósfera de dióxido de azufre, reto que se complicó por tres razones: la densidad tan alta de este gas provocaba un gran aumento en la presión atmosférica de Numed (cercana a 90 veces la presión de su planeta de origen); además, el ambiente estaba lleno de nubes de ácido sulfúrico, que aunque no provocaban un daño directo en la nave, si la desgastaban más rápido, por lo que fue una labor que requirió de gran precisión el pilotar la nave evitando el mayor número posible de estas nubes; y por último, la escaza luz que llegaba a la superficie de Numed: la densidad del dióxido de azufre era tan alta que casi no atravesaba luz de la estrella roja del sistema hacia la superficie del planeta (y fue por ello que decidieron entrar al planeta del lado en que en ese momento pegaban los rayos solares, para aprovechar al máximo la luz natural de la que pudieran disponer). Esto último traía por lo menos una ventaja: la temperatura era menor debajo de las nubes, casi igual a la de Demún.
Una vez que descendieron debajo del nivel más bajo de nubes, el panorama, aunque oscuro, que se les presentó delante los dejó impresionados… todo parecía un gran desierto, pero no por lo monótono, como los desiertos a los que estaban acostumbrados en Demún, sino con una variedad en las líneas de los montes y montañas, hechos de diversos materiales, lo mismo el suelo que a pesar de estar carente de vida, rebozaba de colores por las diferentes composiciones del suelo, lo mismo que por las rocas que aquí y allá aparecían ante sus curiosas miradas. Incluso en las montañas más altas se veía la formación de una especie de nieve, probablemente hecha de ácido solidificado. El entorno tenía un característico y extraño color amarillento, y el capitán estaba seguro que el olor característico sería sulfuroso, pestilente para su olfato acostumbrado a otros aromas.
Durante la breve estancia que los demunianos mantuvieron en este planeta, pudieron deducir que aproximadamente Numed giraba en torno a su propio eje con un período muy similar al de su planeta natal, y sin embargo la órbita alrededor de su sol debía ser más corta, según cálculos posteriores de aproximadamente 2/3 que el de Demún.
Conforme la nave avanzaba se toparon con un enorme cuerpo de un líquido que seguramente sería ácido, aunque no se podía estar seguro (en ese momento no se les ocurrió activar sus sensores), y por lo que pudieron deducir casi de inmediato, se habían topado con un pequeño océano interior, pues el recorrido sobre el mismo duró una fracción considerable de tiempo, según sus propios cálculos el sol rojo del sistema se desplazó unos 15 grados detrás de las nubes de ácido.
Al llegar al otro extremo del océano de ácido se toparon con la desembocadura de un río de ácido que vertía sus aguas en el océano que acababan de sobrevolar. Este río recorría una extensión de norte a sur, según los ejes de rotación del planeta, atravesando llanuras e incluso un rápido con unacatarata. Aunque tétrico, el espectáculo se antojaba maravilloso para los tripulantes de la nave. Fue en ese momento en que llegó la noche y aunque ya sabían de su existencia cuando se fueron acercando a Numed, no se hubieran imaginado el bello espectáculo que les dió la luna del planeta, brillante y de un tamaño tan grande y poco usual, probablemente de casi una cuarta parte el tamaño de Numed. Esta luna brillaba entre los pocos espacios que había entre las nubes de ácido del planeta, pero cuando lograba colarse lo hacía en todo su esplendor con un tono rojizo debido al reflejo de su sol y le mostraba a los tripulantes de la nave un espectáculo que también les hacía añorar las dos lunas que tenían en casa.
Y mientras recorrían el continente al que aparentemente habían llegado, de pronto se toparon con un escenario del todo aterrador: pasando las últimas montañas se encontraron con un valle oscuro y desolado, parecía como si un gran asteroide se hubiera estrellado contra la superficie del planeta siglos atrás, y ante lo que se encontraban parecía su crater. Sin embargo no podían explicarse como un cuerpo podía llegar a la superficie del planeta a la velocidad a la que seguramente lo habría hecho y no desintegrarse, tomando en cuenta la densa atmósfera del planeta. Ante sus ojos se presentaba un desierto creado por el asteroide al impactar con la superficie del planeta, dejando un hueco casi perfectamente redondo, gris, desolado, carente de otra característica que no fuera la materia de la que estaba hecho.
Fue ahí precisamente el lugar en el que el capitán decidió descender, movido más por la curiosidad de tan extraño fenómeno que por el hecho de no haberse dado cuenta que la tierra del lugar no sería precisamente la natural del planeta, sino una mezcla de esta con el material del que habría estado hecho el asteroide, lo que estorbaría enormemente las investigaciones. Sin embargo descendieron ahí y la nave tomó algunas muestras. Por los conocimientos que habían adquirido durante su corta estancia en el sistema solar de la estrella roja, sabían de qué tipo de materiales podrían estar hechos los asteroides que impactaran con algún planeta del sistema. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse con que la concentración no era como la habían esperado, sino que predominaba el hierro, los óxidos de este último metal y, algo extraño, una alta concentración de un elemento muy pesado, probablemente uranio, mientras que hubieran esperado encontrar altas concentraciones de carbono, y no fue así.
Fue entonces cuando el capitán decidió enviar una pequeña expedición a otra superficie distinta del planeta, cerca de la catarata de ácido en el río, para recoger muestras del suelo del planeta, y compararlas con las del crater en que se encontraban. Una vez elegida la comisión, esta partió en la nave auxiliar rumbo al norte, para encontrar un sitio adecuado donde buscar muestras de suelo del planeta.
Mientras tanto, el capitán se preguntaba qué extraño fenómeno habría ocurrido en este planeta para llevarlo a toparse con un asteroide compuesto de uranio, y sobre todo se preguntaba, no sabía por qué, qué habría sido de los habitantes de Numed, a quienes no conocía y de quienes no tenía segura su existencia, pero para él todo parecía como si en realidad hubieran existido años, mas bien milenios atrás. Y se preguntaba cómo sería su existencia y si serían seres inteligentes, y de ser así cómo sería su lenguaje, su forma corporal, cómo sería su tecnología y su vida misma. ¿Tendrían familias? ¿Los conceptos de amor, amistad y libertad predominarían en sus sociedades? ¿Cuál sería su historia? ¿Creerían en un ser supremo? No lo sabía, pero estuvo adentrado en sus propios pensamientos tanto tiempo que no se dio cuenta cuando su expedición retornó triunfante a la nave.
Además de las muestras de tierra y ácido que pudieron extraer de la superficie del planeta, la expedición traía consigo un objeto muy extraño, la confirmación de las sospechas del capitán. Se trataba de una caja hecha de titanio, un poco desgastada, con forma casi perfectamente cúbica. Mientras todos examinaban curiosamente la caja, una alarma sonó en la nave. El tiempo se había acabado, y llegaban al momento crítico en que había que abandonar el planeta, o arriesgarse a que el ácido desgastara irremediablemente la nave.
Apresuradamente se tomaron las maniobras para abandonar el planeta, mientras el capitán se encerró en su camarote para examinar aquel extraño objeto. Lo sorprendió la existencia de una tapa, que deslizó cuidadosamente, para sorprenderse aún más ante el objeto que estaba contenido dentro: una especie de cinta hecha de titanio también, con un cuerpo circular al centro, con una tapa hecha de algún material transparente, y un par de filamentos que como dos radios salían del centro y se prolongaban por la superficie del círculo. El cuerpo circular parecía roto; el capitán se dio cuenta que dentro de su caja el objeto no permanecía fijo, y puesto que su expedición se aseguró de no agitar la caja cuando fue transportada, sólo cabía la explicación de que, hacía muchísimo tiempo casi cuando fue creado, tal vez durante la destrucción de la vida del planeta, la caja había sido movida bruscamente, lo cual provocó que el objeto se rompiera. Observando con más atención, también pudo ver unos símbolos extraños, símbolos que nadie jamás en Demún podrían descifrarse…
En ese momento, la nave dejó la atmósfera de Numed. Si alguien hubiera podido descifrar aquel extraño objeto, y si alguien hubiera podido entender qué significaban aquellos extraños símbolos, hubiera podido saber que los últimos restos de vida en Numed habían dejado de existir, lo mismo que toda la vida del planeta, debido a los cambios climáticos provocados por culpa de sus propios habitantes, el 30 de noviembre del año 2094 a las 14:30…