miércoles, 28 de septiembre de 2011

De utopías y otras cosas...

Hablar de utopías suele ser interpretado hoy en día como hablar de ingenuidades, mundos inexistentes e irrealizables, en los que no vale la pena ni siquiera asomarse porque su ingenuidad resulta chocante ante una realidad más chocante aún, más violenta, más deprimente...

Tomás Moro,
autor de 'Utopía'
El término utopía viene desde que Tomás Moro escribió en el siglo XVI un libro así llamado, en referencia a un estado ideal en donde reinaban la justicia y la paz para sus habitantes. Básicamente es un lugar inexistente, pero que a su vez servía de crítica al estado actual de las cosas en tiempos de Moro.

De este concepto, del mundo irrealizable, viene la idea generalizada de que una utopía en general es inservible, sólo sirve para alimentar falacias en la mente, y no sienta pies en la tierra en donde los problemas reales duelen y hay que sufrirlos y vivirlos...

Platón, a quien se debe la primer
utopía conocida en su obra
'La República'
Sin embargo, la realidad es que cualquiera de nosotros puede ser utópico en muchos aspectos. Cuando algunos piensan que nuestro país podría ser mejor, cuando otros esperan que nuestro mundo puede ser más limpio, cuando otros más defienden algunas libertades aunque sea dentro de una red social, cuando hay quienes critican la falta de, y por tanto esperan que haya, justicia social, incluso cuando los hay que esperan un mundo donde sólo Dios reine con justicia, ahí estarían ellos siendo utópicos, soñando con un mundo mejor sumidos en un mundo que no es muchas veces ni de lejos parecido a ese sueño. Punto a mi favor entonces para seguir hablando del tema... a menos que de plano ya no importe la situación de la sociedad en la que vivimos hoy en día... Lo contrario a alguien utópico sería, desde esta perspectiva, alguien apático, indiferente completamente ante las situaciones graves que vive la sociedad.

Y ahí viene la cuestión: ¿vale la pena entonces soñar? Estoy completamente de acuerdo con que quedarse soñando, esperando un mundo mejor algún día con la mirada puesta en el horizonte, levantándose casi casi del piso mientras se sube a una nube... no, eso no vale la pena. Y creo que ese es el motivo por el que hoy en día, en un mundo tan pos-moderno, una utopía (cualquiera que sea su nombre) queda desacreditada nada más se oye hablar de un 'así debería...'

Luego entonces... ¿qué función, si acaso la tiene, puede desempeñar una utopía? Y ahí esta la cuestión más importante. Porque si no desempeñaran ninguna función, entonces tampoco soñar con un mundo o sociedad mejor valdría la pena, y entonces también podríamos volvernos apáticos ante cualquier situación que se considere injusta o lejana de algún ideal particular (como los que liste un par de párrafos arriba, v.gr. un país mejor, un mundo limpio, justicia social, etc.)

Es mi opinión que, mientras se les mantenga en cierta línea, las utopías pueden resultar muy útiles a una sociedad. Pero nunca saliéndose de esa línea, de lo contrario se caería en ingenuidades, manipulaciones, y al final, sí, no valdría la pena hablar de utopías, porque sólo serían el equivalente a la adolescente soñadora que espera a su príncipe azul, para tiempo después desilusionarse cuando se tope con los guarros que se podría encontrar a cada paso... Para empezar por su idealismo, al menos sirven como crítica social: si podemos imaginar un mundo mejor es que este mundo no está en esa línea, es más, la mayoría de las veces está MUY al contrario de esa línea.

Y partiendo de ahí, sólo me queda concluir con una metáfora:

Una utopía sería el equivalente a un destino vacacional al que dirigirse por carretera. Desde antes de partir, se toma el mapa y se deciden las carreteras por las cuales ir y se comienza el viaje. El viaje puede estar lleno de inconvenientes (alguna falla mecánica, el cansancio,...) pero también de satisfacciones (los paisajes vistos, gente que podría prestar ayuda en situaciones problemáticas,...), pero el caso es que, teniendo claro hacia dónde se quiere ir, se podría saber hacia dónde dirigirse siempre, qué desviaciones tomar, etc. Una utopía, al final y al cabo, debería servir como eso: como guía de camino. No sería, claro, un plan concreto para alcanzarla, ese, parece evidente, deberá venir de parte de cada uno de los que buscan esa meta (tomar el mapa, planear recargas de combustible, etc.)

Y lo ideal sería que 'nunca' se alcanzara, no porque fuera irrealizable, sino porque llegando a la meta, siempre debería de haber más metas que buscar, más destinos que alcanzar, siempre apuntando hacia el final. De esa forma se evitaría también la monotonía de imaginar un final definitivo en el que ya no valiera la pena seguir haciendo nada más que rascarse el ombligo, o un final adecuado a cierta época pero que ya no respondiera a las necesidades de las nuevas épocas. Habrá que pensar, o más bien buscar, alguna 'utopía' más definitiva que cualquier otra, que en verdad pudiera significar el final de finales en donde ya no existiera ni siquiera esa modorra causada por la rutina; y quién sabe, tal vez ya existe, tal vez ni siquiera quedaría en manos de algunos pocos el darle un final definitivo y necesitaría de fuerzas más grandes para realizarla plenamente, pero ahí estaría planteada ya...




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Eru kaluva tielyanna

martes, 13 de septiembre de 2011

Programmers Day program: A glider!

En honor al día del programador , hice este pequeño programa...
un Glider del juego de la vida, a 10 iteraciones sobre una rejilla de 6x6 con frontera abierta...

Felicidades programadores!



glider = [[0, 0, 1, 0, 0, 0],
          [1, 0, 1, 0, 0, 0],
          [0, 1, 1, 0, 0, 0],
          [0, 0, 0, 0, 0, 0],
          [0, 0, 0, 0, 0, 0],
          [0, 0, 0, 0, 0, 0]
         ]

def printg(grid):
    """                                                                                                                             
    Imprime un arreglo bidimensional.                                                                                               
                                                                                                                                    
    Cambia los 0's por puntos '.' para mayor claridad.                                                                              
    """
    for i in range(len(grid)):
        row = ""
        for j in range(len(grid[i])):
            row += str(grid[i][j]) if grid[i][j] == 1 else '.'
        print row

def vecindad ((y,x), grid):
    """                                                                                                                             
    Vecindad de VonNeumann de una celda dada en la rejilla.                                                                         
                                                                                                                                    
    Se asume un automata celular de frontera 'fria' (o abierta, es                                                                  
    decir rodeada de 0's).                                                                                                          
    """
    try:
        val = grid[y][x]
        vec = [[0 for j in range(0,3)] for i in range(0,3)]
        for i in range(-1,2):
            for j in range(-1,2):
                # si la casilla vecina esta dentro de la rejilla, la                                                                
                # toma. Si no, asume un 0                                                                                           
                vec[i+1][j+1] = grid[y+i][x+j] if (y+i,x+j) >= (0,0) and y+i < len(grid) and x+j < len(grid[y+i]) else 0
    except Exception as e:
        return None
    return vec

def lifegame(grid):
    """                                                                                                                             
    Juego de la vida.                                                                                                               
                                                                                                                                    
    Toma por cada casilla su vecindad de VonNeumann y evalua la                                                                     
    cantidad de vecinos vivos de ella.                                                                                              
                                                                                                                                    
    -Si esta viva y tiene 2 o 3 vecinos vivos, queda viva                                                                           
    -De lo contrario muere                                                                                                          
    -Si esta muerta y tiene exactamente 3 vecinos vivos, vive                                                                       
    """
    # arreglo de 0's sobre el que se calculara siguiente iteracion                                                                  
    temp = [[0 for j in range(len(glider[i]))] for i in range(len(glider))]

    # recorre cada casilla de la rejilla y toma su vecindad, aplicando                                                              
    # despues reglas del juego                                                                                                      
    for i in range(len(glider)):
        for j in range(len(glider[i])):
            centro = glider[i][j]
            vec = vecindad((i,j), glider)
            if vec == None:
                return None

            # cuenta cantidad de vecinos vivos de la casilla                                                                        
            vecinos_vivos = 0
            for vi in range(len(vec)):
                for vj in range(len(vec)):
                    if (vi,vj) != (1,1) and vec[vi][vj] == 1:
                        vecinos_vivos += 1

            # aplica reglas del juego de la vida                                                                                    
            if centro == 1:
                if vecinos_vivos == 2 or vecinos_vivos == 3:
                    temp[i][j] = 1
                else:
                    temp[i][j] = 0
            else:
                if vecinos_vivos == 3:
                    temp[i][j] = 1
    return temp

#### MAIN ####                                                                                                                      
printg(glider)
for c in range(10):
    glider = lifegame(glider)
    if glider == None:
        print "Error!!!"
        break
    print ""
    printg(glider)





--- Eru kaluva tielyanna (Dios iluminará tu camino) "Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos." (San Agustín) Solamente asegúrate que en realidad sea AMOR...

jueves, 1 de septiembre de 2011

El sueño de Galilea

Eclesalia cumple 10 años de existir. Como ellos lo describen: Hoy seguimos siendo la apuesta por una Iglesia al aire del Espíritu, renovada y renovadora, con sabor a pueblo, Dios al fondo y Cristo en medio, nunca excluyente y siempre fraterna.

Publicaron apenas un texto conmemorando su aniversario, y lo reproduzco aquí... se llama
El sueño de Galilea, de José Cristo Rey García-Paredes
Entre Galilea -periferia carismática- y Jerusalén -centro oficial-, anda la Iglesia. Hay épocas históricas en que ella vive el “sueño de Galilea”. Es el tiempo extraordinario, el tiempo del estado naciente (F. Alberoni). Hay otras épocas, más prolongadas, en que la Iglesia se encierra en las murallas de Jerusalén, vive segura en sus palacios, e incluso alberga la tentación de establecerse como centro de poder en el templo y asumir el rostro de su pasado judaico. Es ciertamente en Jerusalén donde el caos llega a su culminación. Pero es fuera de sus murallas donde la nueva creación estalla. Jerusalén es el estado normal, el tiempo del gobierno, de la consolidación institucional.
¿Dónde nos encontramos hoy? ¿En Galilea, o en Jerusalén? Hace ya tiempo que se han ido frenando en la Iglesia las ansias de soñar, de esperar lo nuevo, de enamorarse de ideales y utopías. Estamos en la Iglesia de los realistas, de los burócratas y buenos gestores. La palabra “profecía” se pronuncia en tono menor. Ante la palabra “carisma” se suscitan recelos o sonrisas irónicas. ¡Ay, qué lejos queda ya Pentecostés! Aquel Pentecostés que se soñó acontecimiento permanente.
La Iglesia está sujeta, bien sujeta. No es el tiempo de las iniciativas, de la creatividad, de la espera gozosa de lo nuevo. Por doquier surgen “prohibido el paso”, “no al…”. El arte, la teología, la liturgia, el pensamiento se han vuelto cansinos, repetitivos, acostumbrados. Es como si el “revival” del gregoriano o de las liturgias imperiales, o de los discursos grandilocuentes, fuera ya nuestra única salida.
Se cree en exceso en el poder transformador de la tradición. ¿Nueva evangelización o revival? ¡Qué bien se sienten en esta atmósfera los tradicionalistas de siempre! Pero hay una generación que fue muy soñadora y se siente hoy demasiado castigada y relegada. Es como si le estuvieran demostrando por activa y por pasiva que todo fue una equivocación. “¿Socialistas? Ahí tenéis el socialismo” “¿apertura, diálogo? Ahí tenéis las defecciones, las salidas”, “¿liturgias creativas? ahí tenéis a las masas buscando respuesta a sus ansias religiosas en las sectas”, “¿teología de la liberación, teología moderna, ahí tenéis a los Boff, Küng, Schillebeckx, en los márgenes o fuera casi de la Iglesia”.
La generación que soñaba con la teología de la liberación, o con una teología más dialogante con nuestra cultura, quienes se entusiasmaban ante la lectura histórica del Evangelio, los que veían en la inserción con los más pobres, en las luchas solidarias por los últimos de la tierra, la gran aplicación del Evangelio para hoy, se ven destinados a envejecer sin contemplar la tierra de sus sueños.
Mujeres y hombres de Iglesia que hoy hablan más bajo. No quieren causar conflictos. Saben que no será convocados para nada importante a nivel oficial, que no se confía en ellos y ellas. En este tiempo de desierto, en esta noche oscura, están descubriendo con más pureza a su Dios. Oran, sufren, callan, esperan. También gozan, porque han descubierto la alegría de lo pequeño, el gozo de la humildad, la fecundidad del olvido oficial. Y son muchas, muchos más de los que cabría esperar. Desean un cambio profundo en la Iglesia. Dudan de que vaya a llegar pronto. Se contentan con la política de los pequeños pasos. Su fe es hoy más sólida. Creen a pesar de todo.
Y ¿ porqué recordar hoy a esta generación? Porque a pesar del poco reconocimiento que obtiene, ha sido el instrumento del que se ha servido el Espíritu para introducir lo extraordinario en su iglesia; porque a través de ella la Iglesia entró en estado naciente; porque el Espíritu ha hecho de ella una generación apasionada, enamorada, entusiasta, rebelde, revolucionaria. Le quedan ya pocos años. Irá poco a poco muriendo, cuando algunos ya la han hecho morir en sus decisiones unilaterales. Cuando uno piensa en Jesús de Nazaret, en Jesús de Galilea, con su historia, sus gestos, su mensaje, su apasionado amor al pueblo, no puede dejar de evocar esta generación. Aquel Jesús era un marginal, un personaje liminal.
Jesús no era un hombre de centro, sino del margen, de la frontera. Cuando llegó a su madurez vital abandonó con total radicalidad su status profesional, su oficio, su casa, y se convirtió en un rabino o profeta itinerante. Sin ningún tipo de mandato oficial, sin ningún aval de autoridad, proclamó la llegada inminente del Reino de Dios y pidió a todos una urgente conversión, es decir, un cambio radical en la forma de vivir y de pensar. Hablaba de Dios de tal manera que los teólogos oficiales lo acusaban de blasfemo. A las prohibiciones del Antiguo Testamento respondió con aserciones alternativas “pero yo os digo”. Su madre María expresó muy bien hasta dónde llegaba la alternativa: “Dios… derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humillados, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Jesús no supervaloraba las autoridades de este mundo, ni se prosternaba indignamente ante ellas. Como laico profeta tomó posesión del templo y reivindicó otro tipo de templo, de culto y de teología.
Galilea era la marginalidad del imperio y también del Israel de Dios. Predicó desde la marginalidad. No tuvo a su disposición ningún tipo de estructura que avalase su magisterio o su profecía. Cuando le preguntaba la autoridad judía ¿con qué autoridad haces esto? Él respondía identificándose con otro marginal, Juan Bautista, a quien la oficialidad judía no había acogido, pero a quien el pueblo había consagrado. Pero en su marginalidad Jesús fue la creatividad en acción. Era llevado por el Espíritu. No fundó en torno a sí un grupo de burócratas u oficiales. No se parapetó tras el cerco de instituciones que asegurasen el futuro. No hizo de las estructuras económicas su fuerza. Ni con ellas protegió a su grupo. Dejaba que las mujeres lo alimentaran con sus bienes, que formaran parte de su grupo, que entraran a formar parte del discipulado teológico.
Cuanto hoy en la Iglesia nos preguntamos por la voluntad de Jesús hemos de ser humildes y modestos para no confundirla con la nuestra. Hay toda una línea de conducta y de actuación que está ciertamente en línea con la voluntad del Señor. Todo lo que acelera la llegada del Reino del Abbá, todo lo que crea entre nosotros la gran fraternidad y sonoridad, todo aquello que evita que se establezcan entre nosotros relaciones de poder “mundano”. Está bien preguntarse una y otra vez qué es voluntad de Jesús para -en consecuencia- cambiar en la Iglesia todo lo que haya que cambiar. Pero probablemente nunca lleguemos a conocer esa voluntad en total discernimiento. Porque en el fondo, Jesús estaba sometido a la voluntad del Padre que se revela históricamente en la inspiración del Espíritu.
Voluntad de Jesús es que no dejemos de soñar, ni de ver visiones, ni de esperar milagros, ni de caminar, de luchar contra el mundo viejo. Hemos sido convocados a la “nueva evangelización”. Volvamos a Galilea. Volvamos a soñar y a acoger con ilusión tantos sueños que el Espíritu ha ido sembrando por el mundo.
Que venga de nuevo la profecía, el carisma. Que la Iglesia de Jesús pueda sonreír a través de nuevos momentos de reconciliación, abrazos y besos de paz. Que una gran ola de ecumenismo nos invada a todos y acabe de una vez con tanto unilateralismo. Necesitamos voces proféticas que nos llamen de nuevo a la comunión pero no en fórmulas, no en personajes autoritarios, sino en Jesucristo, en su Evangelio, en la fe de su comunidad, de su pueblo, en la práctica evangélica.



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Eru kaluva tielyanna (Dios iluminará tu camino)
"Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos." (San Agustín) Solamente asegúrate que en realidad sea AMOR...