Sostener la gentileza en una sociedad hostil puede ser una proeza. ¡Y en este tiempo sobre todo! Sin embargo, si se hace con inteligencia emocional, es lo que nos ubica entre pares afines, y lo que nos permite no desconectarnos de nuestra propia esencia.
Ser agresivo en medio de la agresividad es fácil. Sostener tu paz interior es difícil. Pero para esa porción del Todo que anima tu vida lo más difícil, lo más sufriente, es que te desconectes de ella. Por eso mantenerse en paz es una práctica indispensable: para serte leal, cualquiera que sea el medio en el que te muevas. Y si se vuelve imperiosa una respuesta contundente, aun así puede dársela desde una dignidad propia de la no-violencia.
La gentileza consciente es lo que te puede mantener conectado con la esencia de otros, y con la tuya. El sistema te quiere beligerante y ciego. Abre los ojos y el pecho: ve con ambos más allá de lo que los hipnotizadores quieren que veas.
Se trata de un propósito, por ende, necesita ser sostenido con una intención, con tu voluntad. Se trata de un ejercicio de paciencia, sobre todo si tu temperamento propende a la explosión. Se trata de una práctica de compasión, sabiendo que los demás también están sufriendo este momento tan arduo para todos.
Esto no significa sobre-adaptarte: significa que la gentileza te conserva dentro de tu área de estabilidad emocional, de fortaleza esencial. Y es el puente para que tu vida, también, sea más rica, más bella, más resiliente. Es un ejercicio de no-violencia como elección de vida: el ideario que puede sostener tus decisiones vinculares, para que no salten en automático, dañando y dañándote.
Suelo decirme a mí mismo: “Cuando una sociedad es hostil, lo revolucionario es ser gentil”. Quiero esa revolución, cada día de mi vida. La sostengo como puedo, y fallo, y acierto. Pero si somos muchos, nos iremos encontrando. Nos vamos encontrando, unos a otros. Y ese encuentro transforma el lugar en el que estemos habitando, o más allá: nuestra época.
¿Es fácil? No: es desafiante
Virginia Gawel